Las redes sociales y yo estábamos destinados a encontrarnos. ¿Cómo no iba yo a sucumbir a la tentación de gritar a los cuatro vientos todas las tontadas que se me pasan por la cabeza? Y más aún ¿Cómo iba yo a no caer rendida ante la posibilidad de entablar amistad con perfectos extraños?

A mí siempre me ha ido esto de usar el medio escrito para hablar con desconocidos. En primer lugar, los años me han enseñado a que, por escrito me expreso mucho mejor que hablando. En segundo lugar, una tímida como yo, es capaz de dejar por escrito pensamientos que sería incapaz de decir a nadie cara a cara.

La pena es que he sido una adelantada a mi época, y yo hubiera necesitado twitter cuando tenía quince años. Evidentemente, no estaba inventado aún (soy más vieja que el hilo negro) de modo que tuve que recurrir a los medios que la tecnología me ofrecía en aquella época: la pagina de  contactos de las revistas de música. Sí, sé que esto de página de contactos suena de lo más oscuro, pero os prometo que era de lo más inocente. A ti te gustaba un determinado cantante, o un grupo de música, o querías crear tu propio grupo de música. Bueno, pues o bien buscabas gente afín en dichas páginas o dabas un paso más, y publicabas tu propio anuncio.

Yo fui de las segundas. Publiqué un anuncio en SuperPop buscando gente a la que le gustara Michael Jackson para cartearme con ellos. En aquella época vivía el drama de ser la única de mis amigas a la que le gustaba Jackson (ellas andaban locas por Bon Jovi y el cantante de Europe) y quería hablar con otra gente para los que Jacko, así le llamábamos en confianza, fuera lo más de lo más.

Comencé a recibir cartas, y me sentí como si ahora tuviera mi primer follower. Pero seguí recibiendo más y más. Creo recordar que llegué a cartearme con veinticinco personas diferentes de toda España. Una locura, vaya, porque imaginad lo que es escribir a mano veinticinco cartas distintas y ser capaz de saber quién es cada quien y no equivocarte. Nos intercambiábamos fotos, letras de canciones, e incluso cintas de cassette.

Excuso decir que el cartero de mi barrio me odiaba con toda su alma.

Ahora que lo pienso, era arriesgado dar tu dirección personal a completos desconocidos, pero en aquella época era algo muy normal. Vivíamos peligrosamente.

Con alguno de ellos llegué a tener una amistad muy intensa e incluso llegamos a desvirtualizarnos y quedar a menudo.

Esta es la demostración de que si algo no existe, los humanos buscamos el modo de hacerlo posible. También es la demostración de que  SuperPop creó las redes sociales. Deberían darle una medalla por esto.