Si el ser humano es un animal de costumbres, yo debo ser la más humana de todos los humanos. En terrenos conocidos no me importa tener un punto de valentía, pero en circunstancias que no domino, lo conocido me da confianza y me siento más segura.

Siempre he utilizado el mismo navegador de internet. Siempre. Internet Explorer ha sido mi amigo desde que comencé a adentrarme en esta aventura diaria que para mí supone navegar por la red. Y siempre me había encantado. Para una persona como yo, que soy de rutinas fijas, el Explorer cumplía a la perfección con lo que yo necesitaba. Del Explorer me gustaba especialmente su disposición de los favoritos. Allí es donde tengo, perfectamente ordenados, todos los blogs y páginas de moda a las que entro a diario (incluso, varias veces al día). Por eso me trastornaba especialmente oir de la boca de mi informático particular esa fatídica frase de “Hay que instalar un windows nuevo”. Eso, por mucho empeño que ambos pusiéramos en evitarlo, suponía generalmente, perder alguna información vital para mí.

Ese matrimonio duradero entre el Explorer y yo, que inocentemente creía eterno, empezó a tener una graves crisis de pareja hace unos meses. No me dejaba abrir algunos blogs, tardaba una eternidad en otros, o se ponía farruco y sin avisar me lo cerraba todo. Nuevamente mi informático particular me persuadió de ser infiel a mi Explorer del alma y encontrar un nuevo compañero de navegación. A mí la idea me horrorizaba, pero teniendo en cuenta el maltrato al que estaba siendo sometida, no me quedó más remedio.

Y probé. Pero no era lo mismo. El resto de los navegadores no tiene un sistema de favoritos como el Explorer y es mucho más engorroso. A cambio, no se me cerraba sin mi permiso y eso sí que me gustaba. Así que, finalmente configuré como predeterminado otro explorador, el Safari web Browser. Con muchas dudas, pero lo hice.

Mi nuevo explorador está consiguiendo ser mi amigo. Porque, cuando le doy a la equis de la derecha, esa en rojo que hace que se cierre, siempre me pregunta:

 

desea salir de safari

 

Y a mí me dan ganas de gritarle, “Pues claro que deseo salir de Safari”. Ojalá. Porque, cuando me pregunta esto, yo me imagino esto:

 

Out of Africa4

 

Y esto:

 

out of africa3

 

Y por supuesto, esto:

 

Out of Africa2

 

Y me veo a mí misma con una estupenda falda de vuelo de color kakhi, o unos bombachos, y una camisa de seda, y una pamela que me cubra la cara del sol de África, y me pongo a soñar y sonrío… Es lo que tiene ser una cinéfila alocada y tener una imaginación desbordante.

Creo que el nuevo explorador me está ganando poco a poco. Y los matrimonios empiezan así. Creo que podría acostumbrarme al Explorador Safari. Y se me empieza a olvidar el nombre del antiguo…