Entrar en el atelier de un diseñador tiene un algo de misterio desvelado. Es cómo entrar en el lugar en el que se crea la magia, como traspasar el espejo y entrar en el otro lado. Así pues, cuando los chicos de Nihil Obstat nos invitaron a visitar su lugar de trabajo, no dudé en que sería una gran experiencia.

 

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Se trata de dos diseñadores que, tras años de dedicación a la Costura y a los trajes de novia, se han animado a dar el salto al pret-a-porter, con una colección pequeñita pero muy cuidada y en la que, aunque sí le dan margen a la comercialidad, siguen fieles a su sello de prendas exclusivas.

Se trata de una colección inspirada en las mujeres que visitaban Biarritz en los años 50 y la idea es que se trate de una colección cápsula en la que todas las prendas puedan combinarse entre sí.

 

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El mimo con el que realizan cada prenda no pudo por menos que sorprenderme. Cómo cada pieza de pailettes iba unida a mano a la tela, cómo hasta los botones están perfectamente elegidos (recordando los ojos de buey de las embarcaciones), cómo cada detalle de la prenda está perfectamente pensado para que favorezca, me dejó fascinada.

Porque, lejos de buscar la tendencia más rabiosa (postura que respetan pero no comparten), Javier y Armiche buscan que sus prendas sienten bien. Algo que, desgraciadamente, muchos diseñadores parecen haber olvidado.

 

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¿Lo mejor de todo? Su lección sobre patronaje. Si existe algo que considere básico en un diseñador (sé que parece una obviedad pero no siempre es así) es que tenga nociones de patronaje y en esto Nihil Obstat son unos maestros. Conocer el cuerpo femenino y utilizar todos los trucos disponibles para que la prenda favorezca lo más posible me parece un truco de magia digno de admirar.

 

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Espero que tengan mucha suerte (fundamental en esta industria) y logren su triunfo.

Fue realmente estupendo compartir con ellos una tarde.

 

Fotos: tomadas por mí