estudio1

 

Escribo este post en esa hora incierta entre que mi hija se va al instituto y mi hijo aún rasca unos minutos de sueño antes de que su madre le arranque de la cama y lo prepare para ir al colegio.

Entre hacer camas y recoger la cena de la noche anterior, pienso en que tener un blog es algo caduco, pasado, que nadie lee, pero también pienso en que produce un extraño placer de compartir los pensamientos en un espacio libre, propio, del que es difícil resistirse.

No soy la única que lo piensa, a juzgar por la cantidad de antiguos blogs, de esos del principio de los tiempos, que han vuelto a la vida tras años de bodas, niños, trabajos y vida que los tuvo en silencio forzoso. Yo sé que es un poco verdad eso de que los blogs han muerto, a manos principalmente de las Redes Sociales y de la falta de inmediatez, pero si tanto nos resistimos los que los empezamos cuando un blog no era nada más que un blog, debe ser que no están tan muertos. Agonizantes, quizás, pero con muchas ganas de seguir dando guerra.

Puede que nos aferremos a esa idea romántica de crear una comunidad, de que sea como fue… quizás. Pero es cierto que hay cosas que es mejor contarlas por aquí que en twitter o Instagram. Que esto tiene un sosiego del que lo otro carece y parece que todo queda más asentado por aquí.

El caso es que, por enésima vez, lo intento. Intentaré organizarme y dejarme ese pequeño tiempo para reflexionar sobre todo lo que se me pasa por la cabeza y veo demasiado largo para twitter.

No os prometo secciones nuevas, ni grandes cambios, no nos engañemos, el que cae por aquí sabe que esto no va a ser la maravilla de los blogs, pero mi cariño sí estará.

Gracias por acompañarme de nuevo.