Hoy me he despertado y como cada mañana me he dado una vuelta por twitter para informarme de las últimas noticias y lo primero que he visto al entrar ha sido la foto de Jon Hamm levantando su Emmy al mejor actor protagonista. No sabéis la alegría que ha supuesto para mí esta imagen.

 

Jon Hamm

 

Hace un tiempo, los Emmy eran el hermano pequeño (o el primo pobre) de los Oscar, pero con esta era dorada que está viviendo la ficción televisiva, ahora se han convertido en el primo de Zumosol de los premios del cine. Quizás no sean tan glamurosos, pero sí que tienen legión de seguidores.

En realidad, me siento cada vez menos cercana a los Emmy, lo que no deja de ser paradójico ahora que tienen la importancia que merecen. Pero en esto, como en todos los premios de este calibre, una tiene la sensación de que se premia lo que es políticamente correcto premiar, más allá de la calidad. Juego de Tronos se ha alzado con una buena cantidad de premios, precisamente con la peor temporada de la historia de la serie, una temporada que, confieso, no abandoné porque en el fondo le tengo cariño a esa panda de despreciables seres, pero que me pareció, salvo contadas ocasiones, una soberana tomadura de pelo. Pero es una serie inmensa, épica, y porqué no decirlo, carísima. Y eso también es digno de ser premiado.

 

Peter Dinklage

 

Otro caso similar es el de las comedias. Parto de la base de que yo no veo comedias al uso, no porque no reconozca su calidad, sino porque no me enganchan, creo que no son para mí. No me voy a poner pedante diciendo que desde Friends no hay comedias que merezcan la pena, pero para mí es algo así. Y esta edición, en la que la división entre comedia y drama se ha basado en criterios de duración (menos de media hora, comedia, más de media hora, drama) independientemente del género, las pocas posibilidades de ver una comedia, se han esfumado. Igual que las posibilidades de arrasar en los premios de, por ejemplo, Orange is The New Black, ahora que se la considera un drama por su duración.

Así pues, creo que ha habido mejores series y mejores actores y actrices que los premiados. Algunas series son directamente ignoradas, otras, aparecen como para saludar pero con la certeza de que no habrá premio para ellas. Por mi parte seguiré siendo fiel a The Good Wife (que sí, que reconozco que no ha tenido su mejor temporada pero nadie me puede negar que tiene los mejores secundarios) a The Knick, a The Affair y en estos momentos, a Ray Donovan, que me tiene alucinada con esta última temporada. E incluso, porqué no decirlo, a Outlander, que ha sido la más grata sorpresa de los últimos años.

En realidad, todos sabemos que Don Draper es un personaje que aparece en pantalla una vez en la vida, y que Jon Hamm lo hacía inmenso, pero quizás tuvo la mala suerte de toparse con Bryan Cranston y Mad Men tuvo la mala suerte de coincidir con Breaking Bad (serie que, todo sea dicho, no soporto, aunque la he visto entera). La última se lo llevo todo y Mad Men apenas fue premiada. Pero eso no la hace peor.

Pero en esto de los premios, siempre ocurre que no se puede contentar a todo el mundo. Aunque lo grande de las series es que te puedes sentar en tu sofá, después de un día espantoso, irte a convivir con una panda de “Hombres Locos” que te alegren el día. Y en ese momento, los premios importan bien poco.