Mi amiga Patricia siempre anda en busca de la prenda perfecta que enriquezca su armario y se convierta en algo socorrido a lo que recurrir para gustarnos más. Ella dice que estas prendas especiales son una inversión, ya cuesten cinco euros o cien.
Como me parece una gran filosofía de vida, esta pasada temporada (¿se considera otoño/invierno a lo que vivimos ahora mismo? me lío con estas épocas entre temporadas) he decidido “invertir” en algunas piezas especiales que enriquezcan mi modo de vestir. Normalmente esto suelo hacerlo en zapatos y bolsos y siempre he sido un poco tacaña para hacerlo en joyas y otro tipo de artículos a los que doy menos uso. Pero llevaba una eternidad con el capricho de algún collar especial y decidí buscar algo por ese camino.
Desde hace ya bastante tiempo, estaba enamorada del trabajo de Andrés Gallardo y sus collares paracía ser la mejor opción de inversión, pero el hecho de que fuera una joya me hacía dudar de si amortizaría el gasto. Andrés Gallardo hace piezas muy especiales, fácilmente reconocibles y tenía miedo de cansarme de llevarlo y que terminara guardado. Pero como en el fondo, una tiene que fiarse de su instinto, y un flechazo que había durado tanto no podía ser flor de un día al conseguirlo, me animé a hacerme ese regalo.
En el aspecto puramente práctico, tengo que comentar que lo compré en su tienda online, y el servicio fue fantástico. Encantada con la experiencia y con ganas de repetir.
Parece que en esta ocasión el instinto no falló puesto que desde que lo tengo, no hay ocasión en la que no me apetezca ponérmelo y casi me tengo que obligar a usar otros collares para no llevarlo siempre. Me parece que va con todo y además, todo el mundo me pregunta por él cuando me lo ve puesto. Sin duda enriquece cualquier prenda que lleve.
Así pues, lo considero toda una inversión de futuro. Y por muchos años.
