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Hace unas semanas recibí una invitación con motivo de la presentación de la línea de productos para el cuidado capilar que Franck Provost ha sacado en colaboración con L´oréal. Consistía en un tratamiento completo en su peluquería de Claudio Coello.

Así que allí me presenté y al llegar me esperaban Stephanie Mallet, encargada de la peluquería y María Teresa Segovia, representando a L´oréal. Estuvimos charlando un rato y luego pasé a las manos de Juan Domínguez que me sugirió el tratamiento a realizar.

Como no me apetecía demasiado renunciar a la melena, opté por centrarme en el color (he llevado el pelo de todos los colores, así que no tengo miedo a arriesgar).

Primero me dio la coloración Inoa, que según me contó, se trata de un producto sin amoniaco, pero con unos aceites que permiten penetrar más en el pelo sin ser tan agresivos. Luego aplicó un efecto de luz en las puntas para conseguir una sensación de más movimiento en el cabello, de modo que los reflejos de las puntas quedan más claros que el resto del pelo. Nunca me habían dado reflejos únicamente en la parte interior e inferior del pelo y me moría por ver cuál sería el efecto.

Luego pasé a lavarme la cabeza, que aunque no venga al caso, hay que alabar que ya no sean los potros de tortura de hace unos años. Aquello casi parecía una cama. Me lavó el pelo con el champú Reparador de Franck Provost y me aplicó la mascarilla Reparadora durante 10 minutos, mientras me regalaba un magnífico masaje y hablábamos de lo divino y de lo humano.

Una vez teñida, lavada y suavizada tenía que decidir cómo me peinaban. Siempre que voy a la peluquería aprovecho para que me alisen el pelo, ya que supone un cambio de imagen instantáneo que yo no suelo tener tiempo para hacerme. Pero Juan me tentó sugiriéndome que podía enseñarme a peinarme los rizos para sacarles todo su partido. Entre aprender algo nuevo y salir divina pero con un peinado que durará dos días y volver a ser la de siempre, me quedé con lo primero.

Con el pelo aún húmedo, me aplicó esto:

 

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Supuestamente se trataba de un producto mágico llamado Curk wise 14 de Redken que Juan aplicó en las puntas y que prometía que, sin espumas ni gominas, el pelo quedaría con volumen pero con los rizos definidos. Yo, que llevo sufriendo mi pelo desde siempre y que lo he probado todo, me lo creí a medias.

Comenzó a secarme con el difusor, sin ahuecar los rizos con la mano (cosa que yo siempre hacía y que resulta que es lo peor), primero con la cabeza hacia atrás y luego para ambos lados.

Cuando levanté finalmente la cabeza, no me lo podía creer. ¡Tenía una melena alucinante!

Para dar más brillo al pelo me aplicó esto:

 

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Que además de dejarme el pelo con más brillo, huele fenomenal.

Evidentemente, salí de allí estupenda y encantada con la experiencia y llena de muestras para probar en mi casa.

¿Y qué tal la experiencia casera? Porque, si soy sincera, no tenía demasiada fe en que el maravilloso Curl Wise 14 funcionara con mi nula mano para la peluquería. Pero sí, funciona. El pelo queda estupendo y los rizos definidos. Y eso de no llevar el pelo apelmazado por culpa de la espuma no tiene precio.

Así que no puedo por menos que decir que gracias a Franck Provost por la experiencia y sobre todo por el secreto de la crema maravillosa. Está visto que nunca es tarde para aprender cosas nuevas.