El viernes estuve viendo Coco, De La Rebeldia A La Leyenda De Chanel, o Coco Avant Chanel, que es mucho más corto, con vuestro permiso. La verdad es que, como muchos, he tenido un fin de semana de lo más chanelero, entre la película del cine y la serie para televisión que emitieron el sábado en la 1. Parece increíble como una misma historia puede dar dos impresiones tan distintas dependiendo de dónde la veas. Supongo que los veinte millones de euros de la primera influyen mucho en la calidad del producto.

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Coco Avant Chanel es cita obligatoria para todos los que amen la moda. Hubo una frase que me rondó la cabeza durante toda la película Hacer de la necesidad una virtud.

Gabrielle Chanel comienza a coser porque no tiene más remedio, porque es lo que le enseñan en el orfanato y porque es el único modo de sacar dinero para su otra pasión: cantar. No se plantea dedicarse a ello a tiempo completo. Ella es una costurera coyuntural. Y cuando su situación económica es más holgada, comienza a coser para tener el vestuario que desea, huyendo de los vestidos encorsetados y recargados que lucían las mujeres de la época. Como lo que ella desea no lo encuentra en las tiendas, lo crea ella misma. Y tanto al principio como posteriormente, hace de la necesidad una virtud. Porque tiene ese toque, esa chispa, que le hace creadora, más allá de costurera.

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Para una persona como yo, criada entre hilos, agujas, telas y burdas, es muy fácil discernir la necesidad del arte. Muchas mujeres de la generación de mi madre cogían el burda, copiaban los diseños que se acomodaban a lo que iban buscando, y se hacían el vestido o la falda o la camisa vista en el papel. Simplemente pasaban a tela el patrón. Pero había otras que daban un paso más allá. Mujeres que pensaban “necesito una prenda que cubra esta determinada necesidad” y aunque no la encontraran, la creaban. Eso es lo que hace Chanel, y eso es lo que hace grandes a los grandes. El ir un paso más allá.

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De modo que para mí, lo más emocionante de la película, más allá de la intrahistoria, de sus amoríos y desgracias, es verle manejar las telas, las prendas. Me parece sin duda lo mejor de la película.

Coco Chanel luchó durante toda su vida por hacer prendas que resultaran útiles a la mujer, más allá de su belleza. Cuando volvió a diseñar tras la Segunda Guerra Mundial, el New Look le había ganado terreno, pero ella siguió luchando contra la incomodidad a toda costa. Ayer leí en el País Semanal un reportaje sobre Diane Von Furstenberg y me encantó la frase que le dijo  Christian Lacroix “Las mujeres hacéis ropa para la mujer, los hombres, disfraces” (perdón, si la cita no es exacta, estoy escribiendo de memorieta). Y creo que es cierto. En el fondo, toda diseñadora buscará en la prenda que sea ponible, el hombre busca la fantasía.

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¿Qué es mejor? Podríamos hacer un debate eterno sobre este tema. Mientras, yo me alegro de que existan ambas cosas. Y vosotros ¿a qué esperáis a ver Coco avant Chanel? Si amáis la moda como yo, no os arrepentiréis.