rastro madrid

Foto del Rastro de Madrid, un paraíso de las compras low-cost

La pasada semana estuve con mi madre en un mercadillo solidario, de estos que tanto abundan en estas fechas. Sé que es muy triste que este tipo de eventos se multipliquen en estas ocasiones, pero egoistamente, a mí me viene de perlas. Porque yo amo los mercadillos. Y es cosa de familia. Toda mi familia los adora tanto como yo. Y es que creo que en esto de los mercadillos existen dos tipos de personas, aquellas que los odian y aquellos a los que nos chiflan. Pues en mi familia somos de los segundos. Hasta el punto de que si vamos de vacaciones a un determinado pueblo o ciudad, nos gusta enterarnos de qué día es el mercadillo del lugar.

Un ejemplo: cuando yo era pequeña íbamos de vacaciones al pueblo de mis abuelos. Cerca de este pueblo había otro que era más grande y tenía muchas tiendas. Como quedarse todos los días en el mismo sitio no iba con nosotros, la visita al segundo pueblo, al que era más grande, tenía que ser en sábado ¿Por qué? porque el sábado ponían el mercadillo de ese pueblo, que era estupendo y lleno de chollos. Hay gente que planea las vacaciones en función de los eventos culturales. Mi familia las planifica en relación a los mercadillos.

Yo sé que hay gente a la que el gentío y el tipo de objetos que puedes encontrar les echa para atrás. Pues a mí me estimulan. Soy así, qué le voy  a hacer.

Otro tipo de mercadillo, más acorde con los tiempos que vivimos y más tranquilo para los que huyen de las masas es ebay. Es una idea excelente para hacer limpieza en tus armarios y sacarte un sobresueldo. También me confieso adicta a esta página, tanto para vender como para comprar.

 

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El mercadillo al que acompañé a mi madre es del tipo Mi mierda es tu tesoro. Siento ser tan gráfica, pero yo los llamo así. La gente lleva objetos que ya no necesita y las empresas los productos de los que no se puede deshacer y los ponen allí, por unos precios irrisorios, para ver si al resto de la humanidad se le mezcla la tentación del bajoprecio con la vena solidaria, aquello de “total, si es sólo un euro”, y terminan comprando lo que no necesitan.

En mis vacaciones en Suiza visité un pueblo en el que había un  mercadillo de este tipo y era gigante. La gente sacaba allí todo lo que ya no le servía, y no había filtro previo: vi desde vestidos de H&M a pendientes del año catapún.

El mercadillo al que fui la semana pasada era mucho más pequeño, pero las cosas eran una auténtica ganga. Y es que, a la que le gusta comprar (como es mi caso) no se le caen los anillos por escarbar en aquel batiburrito de todo un poco, hasta encontrar el tesoro perdido.

Y lo encontré. Un broche con forma de flor languidecía junto a otros broches mucho menos bonitos. Lo más gracioso era que la parte central era de pelo de verdad, no sé de qué animal, la verdad, pero me enamoró. El complemento ideal para abrigos y solapas varias. Como debe ser antiguo, no creo que encuentre muchos más por ahí. Y total me costó un euro.

Aquí está mi hallazgo:

 

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Visto de cerca es mucho más bonito, pero las sombras no me han permitido una buena foto

Lo estrené el pasado domingo con un abrigo gris. Si seguimos aquella famosa operación de la amortización de la ropa, esa de que hay que dividir el coste de la prenda entre el número de veces que te la vas a poner, creo que ya lo tengo amortizado de sobra.

 

Y vosotros ¿a qué club pertenecéis a los pro o a los anti-mercadillo?