Lo dicho. En un principio, no sabía si escribir segunda parte, por miedo a resultar pesada con mis historias de vacaciones, pero los comentarios me han hecho cambiar de opinión. Así que, ahí va la segunda parte:

Peluquería de 1945: Una de las cosas más curiosas que visitamos en Suiza fue Ballenberg, que es un museo al aire libre, situado en un bosque con multitud de claros en los que han situado casas rurales procedentes de diferentes regiones. No son reproducciones, sino que se trata de casas auténticas, que trasladaron y situaron allí. De este modo, puedes entrar en cada una de ellas y hacerte una idea de cómo vivían en diferentes épocas y regiones suizas. Es sorprendente lo poco que se necesita para vivir, y ver cosas así  hace que te plantees multitud de cuestiones sobre la vida que llevamos actualmente. En una de las casas, concretamente la que era la casa del peluquero, también había una exposición de utensilios de peluquería antiguos. Me gustó mucho:

suiza7

Viendo estos utensilios, pude ver que en realidad, en lo básico, la peluquería tampoco ha avanzado demasiado

También había una reproducción de una peluquería de 1945:

suiza8

 Los maniquís son un poco escalofriantes, pero nada comparado con el aparato del fondo. Lo amplío en la siguiente foto.

suiza10 

Se me ocurren mil usos para la máquina, pero dudo que ninguno fuera legal ni ahora ni en la época.

 

suiza9

Intrumentos de tortura, perdón, de belleza al servicio de la mujer de la época, o las locuras que hacemos las mujeres por permanecer bellas.

 Playa de Zürich: Sí, ya sé que en Suiza no hay playas, pero eso no es obstáculo para los suizos. ¿Que no tenemos playas? Pues nos apañamos una y ya está.  Existe un parque llamado Zürichhorn Park, bastante grande y que tiene un lago en uno de sus extremos. Como el agua es potable y está muy limpia, a su alrededor han montado una especie de playa/piscina con sus duchas, su césped en el que tomar el sol, sus chiringuitos para comer y beber… Así pues, en días soleados, cuando acaban de trabajar, cogen el bañador y la toalla, comen algo en un puesto ambulante y ¡A ponerse morenos!  Y en los puestos ambulantes, nada de comida basura. Por supuesto, hay bocadillos, pero suelen ser vegetales o como mucho con carnes poco grasas, y los postres suelen consistir en boles de fruta. Así se explica la buena figura que lucen casi todos (además del uso de la bicicleta de la que hablé en el anterior post).

Dentro de este parque también hay una zona de juegos infantiles con arena de playa y fuentes de agua para que los niños se refresquen, pequeños estanques con peces y patos y el Chinagarten, un jardín chino cedido por la ciudad de Kunming, hermanada con Zürich. Es francamente bonito. Como no tengo fotos del Zürichhorn (todas las que tengo tienen “bicho” como decía mi profesor de fotografía, es decir, familia, y la verdad es que ahora lo siento, pero no caí), sólo puedo mostrar una foto del jardín chino:

jardin chino

El Zürichhorn es sólo un ejemplo de que el suizo, en verano al menos, vive en la calle. Las terrazas estaban llenas a rebosar, al mediodía todo el mundo comía por la calle, y los parques estaban llenos. Supongo que no siempre acompañará el clima, de hecho nosotros íbamos con la advertencia de que era época de lluvias, así que, cuando ven un rayito de sol, se vuelcan con él y se echan literalmente a la calle.

Aunque ya traté el tema turistas en el post anterior, se me quedaron un par de anécdotas curiosas que contar sobre ellos, de las miles que nos sucedieron a lo largo de los días.

La japonesa del moño: Si ya siento infinito no ser capaz de hacer fotos a las chicas y chicos con looks estupendos que paseaban en bici por todas las ciudades (fruto de mi  timidez enfermiza) y de no haber hecho fotos de la playa de Zürich (fruto de mi despiste habitual), más aún siento no haber fotografiado a una japonesa de cierta edad (lo siento, se me da fatal calcular la edad de los orientales) cuyo aspecto nos impactó tanto que dejamos de mirar escaparates para mirarla a ella. Su ropa era occidental y típica del turista, llevaba un bolso de tela vaquera de LV pero lo que nos dejó en el sitio fue su indescriptible moño. Era tan elaborado, con tantos bucles y con un tupé tan elevado, que supongo debió tardar horas en completarlo. Dedujimos que lo traía de casa y sólo se lo retocaba cada día porque hacer eso diariamente la hubiera dejado metida en la habitación del hotel todas las vacaciones. Curioso también que el hijo, que la sableaba sin pudor y que la hizo abrir el bolso infinidad de veces, iba a la última, con ropa de marca de la cabeza a los pies y jugueteando continuamente con su I-phone, de los que también vimos muchos (aunque yo me fijaba menos en ellos que en los bolsos, la verdad).

 Trato en LV: Con esa falta de pudor que te da el ir de vacaciones al extranjero, entramos en Louis Vuitton y anduvimos toqueteando el género. Lo que más me llamó la atención es que prácticamente no tenían ropa, sino espararates enteros llenos de complementos. Sólo un par de perchas con trajes de chaqueta languidecían al fondo, tristes y sólos. Me gustó ver, que al contrario de las chicas Zara, todas tan monas y estupendas, las Chicas LV, eran de lo más normal. De cierta edad, con algún kilillo adornando los huesos, bajitas… Sé que eso debería ser lo normal, pero me llamó la atención (quizás debo dejar de ir a Zara e ir más a LV para ganar confianza en mí misma). Pero lo que nos encantó fue el trato dispensado a una árabe que, con la mayor de las naturalidades toqueteaba los bolsos. Descaradamente comencé a observarla y ví como la dependienta se alejaba de ella. Pensé que iba a por otro bolso que no tenía a mano. Pues no: al momento se acercó con una tetera, un par de tazas y unas pastas. Me recordó a Pretty Woman y me hizo mucha gracia. Es lo que deberían hacer en Zara conmigo por el dineral que llevo invertido en el Imperio Inditex

Bueno, pues hasta aquí mis historias de vacaciones. Este fin de semana estuve paseando por las tiendas y viendo las nuevas tendencias del otoño, así que dejaré atrás los recuerdos del verano y pondremos la vista en el futuro, aunque aquí aún estemos muriéndonos de calor.

¡Feliz semana!