chaqueta chanel chaqueta mama

 

Siempre me han gustado las chaquetas de Chanel. Esas de toda la vida, con el cuello redondo, no muy largas, los bolsillos plafonados y los ribetes brillantes. Desgraciadamente, lo que decía mi cabeza no era lo mismo que decía mi cuenta corriente. No era cuestión de ahorrar, es que, ni aún dejando de comprarme ropa durante dos años, podría permitirme una chaqueta de Chanel.

Ante esta evidencia, mi segunda opción fueron las tiendas económicas-clonadoras. Después de varias temporadas viendo clones de la susudicha chaqueta por doquier, cuando por fin me decido y siento la necesidad irresistible de tener una, parece que los hados (o el Sr. Ortega, que viene siendo lo mismo) decide que este año no toca clonarlas. Segunda decepción.

Pero me quedaba una tercera opción. Mi madre. Ella cose desde siempre. Cuando era pequeña me hacía los vestidos más bonitos del barrio, e incluso me hizo el traje de comunión. Recuerdo que la revista de cabecera de mi niñez era el Burda, antes de que Patrones llegara con sus ideas modernas y sus diseños de Valentino. En mi casa siempre ha habido telas, hilos y alfileres. Y una máquina de coser, primero de pedal y luego eléctrica adornando la cocina. Creo que mi afición por la ropa viene de ahí.

No sabía si pedírselo, porque no quería agobiarla y en el fondo seguía manteniendo la esperanza de encontrar una chaqueta ya hecha y no tener que dar más trabajo a mi madre. Le dije que, si por un casual encontraba una tela bonita para hacerla, que la cogiera, pero que no corría prisa. Finalmente, la pasada semana me llamó para decirme que había encontrado la tela perfecta. Los botones y el ribete los tenía guardados de otra chaqueta que se había hecho hace mucho tiempo y que, al pasar de moda, la había tirado guárdandolos por si le hacían falta en el futuro. Me sacó un patrón a medida, me lo cosió y en poco más de una semana ya tenía mi chaqueta.

Es la de la derecha, la de la izquierda es una chaqueta de Chanel original. No pongo en duda que sus telas serán de mayor calidad, pero la mía es de artesanía pura, y hecha a medida, con lo cual supongo que me quedará mucho mejor que si me hubiera gastado el sueldo de varios años en una original. Sí, ya sé que no lo es, pero me siento mucho más orgullosa de ella que si hubiera podido plantarme en Chanel y haber comprado la chaqueta de mis sueños. Porque la de mis sueños, ya la tengo colgada en el armario.